miércoles, 30 de abril de 2008

Editorial nº 11

En un momento en que el sector de la construcción, mejor dicho, el de la promoción inmobiliaria se ha estancado y se prevé que siga estándolo, entre otros factores, hasta que los precios de la oferta de suelo y de la vivienda final se adecuen a la baja a la realidad del mercado, las obras de la Administración cobran mayor relevancia y han de ser, con sus mayores inversiones en número y presupuesto, las que mantengan la actividad tanto para los profesionales proyectistas como para las empresas adjudicatarias de las obras.
En los últimos años se han ido empezando y terminando algunas obras de infraestructuras que van cubriendo algunas de las necesidades básicas en cuanto a comunicaciones, suelo industrial y bienestar social, en algunas provincias más que en otras, para recuperar el retraso histórico de nuestra región. Así, también toma peso las inversiones en satisfacer las necesidades culturales y de ocio. Gracias a nuestro inmenso patrimonio arquitectónico, que a la vez es histórico y artístico, las inversiones en obras para recuperarlo y darle un nuevo uso, a la vez que respetarlo y conservarlo tal como llega a nuestros días, va calando en nuestra sociedad (en las corporaciones locales a veces muy lentamente) que son nuevas oportunidades de generar riqueza y empleo, diferentes a la promoción inmobiliaria, en la zona donde se ubica dicho patrimonio. En este número de LLavemaestra de la Construcción analizamos principalmente intervenciones en patrimonio, todas ellas con la más alta calificación de protección a nivel nacional y mundial y tienen que ver en su origen con la arquitectura militar. Y, como ocurre con la mayoría de estos bienes, han evolucionado durante siglos de acuerdo a la personalidad y mentalidad de la sociedad que les ha rodeado. Con sus épocas de esplendor, sus decadencias y actuaciones oscuras y su resurgimiento en los últimos años, como estandarte de la ciudad a la que representan. Descubrimos la recuperación del castillo de Ponferrada, como un libro abierto que nos muestra en su recorrido museístico lo que fue en sus distintas etapas; las murallas de Ávila, con el adarve que se pretende hacerlo accesible en casi toda su longitud; y la rehabilitación del Área dentro del recinto amurallado de Arévalo. Es de agradecer que algunas de estas importantes intervenciones hayan sido dirigidas por arquitectos de nuestra Comunidad, especialmente dedicados a la rehabilitación y restauración de patrimonio, muy conocedores y responsabilizados con su tierra e incluso más accesibles a la hora de poder entender sus obras que otros foráneos; frente a otras grandes obras institucionales marcadas por el criterio de arquitecto de renombre, donde lo importante es que dicho nombre o renombre sea de muy lejos.

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