domingo, 29 de octubre de 2006

Editorial Nº 8

Los recientes datos de empleo de este tercer trimestre, ofrecidos por la Encuesta de Población Activa, muestran un resultado global muy positivo: una nueva bajada de la tasa de desempleo, que se sitúa en el 8,1% de la población activa, la más baja desde hace 27 años en nuestro país y por debajo de Francia (9%) y Alemania (8,5%). En este periodo, España es el país de Europa que más empleo ha creado, afirmación que nunca había podido decirse antes. Sin embargo, alguna información complementaria no es tan buena, ya que el nivel de temporalidad alcanza el nivel más alto desde hace 11 años.

Aunque podemos hacer muchos análisis, como la aportación por Comunidades, por sexos, por población nacional y extranjera, es significativo el dato por sectores, que nos indica que la construcción sigue siendo quien tira del carro de la creación de empleo, junto con el sector servicios. Esta lectura precisamente podría ser la que nos muestra el lado menos bueno, ya que las contrataciones en la construcción tienen todavía un nivel de temporalidad muy alto, el sector se está enfriando y, si se cumplen las previsiones, se tiene que enfriar más aún, al menos en cuanto a edificación residencial y promoción inmobiliaria. Aunque lo anterior está por ver, es una circunstancia peligrosa, ya que otros sectores se encuentran parados o en ligero retroceso, como el industrial que desde 2005 pierde empleo. Por lo tanto, no hay un relevo sólido al sector de construcción en cuanto a creación de empleo.

Esta estructura del empleo en España deja entrever que no hay en marcha políticas de empleo serias en sectores como el industrial o en I+D, como anuncian los partidos políticos en sus programas electorales. La realidad evidencia que tanto la Administración central como los Gobiernos regionales continúan limitándose a alimentar este atractivo mundo del ladrillo, que garantiza grandes resultados a muy corto plazo. Y es que, el sector inmobiliario se alía a menudo con el turismo para generar empleo tan fácil como temporal, sin requerir mayor esfuerzo de los políticos que permitir libremente el ejercicio de la actividad inmobiliaria, con el premio de poder colgarse la medalla por los buenos datos económicos obtenidos. Digamos que, muchas veces, a costa de nuestros mejores espacios naturales.

Parece recomendable y urgente establecer un poco de sentido común y freno a este desatado desarrollismo inmobiliario al que está sometido el urbanismo de las ciudades y los espacios protegidos en la montaña o en la costa, donde los poderosos promotores frecuentemente dictan a los políticos las normas que deben regular según les conviene en cada caso. Pero siendo grave el asunto, en estos momentos es más ruidoso, dado que unos y otros ya están calentando motores para las elecciones municipales y autonómicas. Con el sector en la cresta de la ola y con actuaciones políticas controvertidas y dudosas en esta materia, no paran de salir a la luz casos de todos los colores, en toda España y también en Castilla y León, donde últimamente tenemos para elegir. Se avecinan meses movidos.

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